miércoles, 15 de septiembre de 2010
Cien, doscientos
Sumergidos en la polarización de opiniones con motivo del 'año del bicentenario y centenario', creo que todos los mexicanos hemos reflexionado, en mayor o menor medida, acerca de si hay algo que festejar en estas fechas.
Durante meses hemos leído recuentos de todo lo malo, lo bueno, lo ya sabido y lo que nos falta por saber acerca de nosotros como nación independiente, de nuestros oligofrénicos gobernantes, de nuestra miserable clase política, de nuestro quejoso y parrandero pueblo y de nuestras costumbres; hemos leído análisis de la situación que vive el país desde perspectivas humanas, sociales, políticas y demás.
Para no hacer una columna larga y pesada, y tomando en cuenta todo lo que acontece a nuestro alrededor, lo que provocamos y creamos, y la situación en que vivimos como país, creo que podemos saltar a la conclusión de que como pueblo (lo que sea que nos defina como tal), nos gusta el festejo, porque es nuestro escape y premio tras largas y arduas horas de trabajo, esfuerzo y dedicación (que no forma oximoron al unir estos conceptos al gentilicio mexicano). Festejamos por y a pesar de todo, festejamos con ganas, festejamos etílica, culinaria, grosera e irresponsablemente. Festejamos porque podemos.
En ese cariz, a pesar de tanto villano, de tanta estupidez, egoísmo, miedo, corrupción, violencia, ignorancia y demás males que nos aquejan, hay que enfocarse en nuestro crecimiento y unión, en mejorar y en festejar que finalmente, a pesar de que nadie es completamente bueno o malo, en México ha habido gente que ha entregado voluntariamente tiempo, salud, sangre y vida para que al pueblo mexicano, como ahora lo conocemos, le pertenezca un atisbo de un futuro siempre mejor, más ecuánime, justo y feliz.
Cobijados bajo la bandera del amor a nuestro país, que se vale tenerlo… ¡Viva México!
*Ilustración: rodävlas
Diseño Gráfico: Cecilia Manzanares
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