Disto mucho de ser analista político, y lejano está el día en que se me escuche decir que sé mucho del tema como para verter una opinión informada que vaya más allá de expresar mi sentir como, en cuanto a lo nacional, mexicano, y en cuanto a lo internacional, como ciudadano del mundo.
Todos sabemos de política en la medida en que nos afecta e interesa, sin dejar completamente a un lado a las personas que trabajan directamente dentro de su círculo o cuyo trabajo se encuentra enfocado en él (una buena pregunta sería, ¿qué tanto sabe de política el que trabaja en o para ella?). Mi interés en el tema (del cual varias de estas columnas han sido víctima) es pura y plenamente el sentimiento de impotencia y asco que provoca en mi persona.
No he hecho el mínimo esfuerzo por concentrarme en los buenos elementos y acciones que se realizan (debe haber muchos, estoy seguro), y debo confesar que soy víctima del negativismo y la pésima disposición ante tanto hipócrita perteneciente a una clase social que en su mayoría se siente, en todo el mundo, por encima de pueblo, ley, dios, madre y los que falten.
Ebrios o hambrientos de poder, finalmente la mayoría terminan corrompidos por sistemas anquilosados que se resguardan en añejas prácticas deshonestas, apartando de sí mismos honradez, caridad, igualdad y una búsqueda del bien general, del beneficio común de las personas cuyas decisiones afectan, pero a las cuales se encuentran ajenos.
Tanta mal praxis provoca en mí, por encima de todo, una falta de respeto por estos actores y creadores de malestar social y económico, que no veo que pueda cambiar muy pronto.
¿Cuánto respeto puedes sentir por 'tu' partido, cuando traicionan todos los ideales que con sangre defienden para crear alianzas con el abiertamente declarado enemigo, con el único fin de ganar una gobernatura (término no aceptado por la Real Academia de la Lengua, apenas me entero) estatal?
¿Cuánto respeto puedes sentir por el senadorete, diputadete, gobernadorete o presidentete que crea o promueve un plan de beneficio social con el único fin de quedarse con una buena tajada del dinero destinado a él?
¿Qué tanto se puede respetar a políticos que rescatan de los más obscuros anales de la historia, propuestas de ley que son prácticamente xenofóbicas, nazis y completamente inaceptables?
Para aderezar estas líneas, me permito recordar un satisfactorio acercamiento a un candidato a gobernador por parte del partido del t-rex, al cual, en mi papel de diseñador gráfico, le pregunté durante una exposición a beneficio de personas infectadas con VIH tornada en carnaval de mentiras, si podía colaborar con él (había que buscar trabajo, y tuve que aguantar el asco), a lo que altanera y soberbiamente contestó, "consígueme votos". Lerdo en verdad.
La mayor parte de la clase política internacional es un asco, y creo que estamos muy, muy, muy pero muy lejos de la igualdad, la justicia y el bienestar social global.
Sin que sea mi propósito el justificar esta columna, regreso al hecho de que sólo manteniéndonos al tanto de lo que ocurre, expresando nuestra inconformidad y exigiendo acciones y cuentas claras y honradas podremos ver y experimentar una mejor realidad.
Mi parte, como ejercicio literario/periodístico, queda hecha con esta columna, y en lo que pueda o pretenda convertir en mancha, línea, plano y luz en mi obra como dibujante. El artista (si quiere, claro), también está formado en la fila del departamento de quejas, pero queda la ineludible e indebatible premisa: quejarse no es suficiente.
miércoles, 4 de agosto de 2010
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Pero si llevas toda la razón, amigo Salvador, lo furibundo no quita, no debería quitar (como en el caso de esta entrada), lo crítico.
ResponderEliminarPara mí el "animal político" aristotélico (no me iré por la fácil de hacer la relación obvia y que todo el mundo sabe)es el animal social por excelencia que produce "sensus" y "socius", pero con esta caterva de sociópatas la mentira más atroz, la estupidez más balbuceante y la más elemental de las ocurrencias (ni siquiera podemos llamarlas ya demagogia lo cuál sería atribuirles una especie de malignidad inteligente) se hallan a la orden del día. Tristes días nos han deparado los hados a los mexicanos: pobres, pobres compatriotas. Acuerdo contigo: no es suficiente estar formado en la fila del departamento de quejas...
Bienvenido a las letras, ya era hora Maestro
un fuerte abrazo