En el arte, y en la vida, el fenómeno de la interpretación es prácticamente ubicuo, y, como se ha mencionado en los temas de algunas de las columnas publicadas en este blog, causa de incidentes afortunados y desencuentros funestos entre personas, instituciones, entidades y gobiernos.
Lo que nos rodea y se nos presenta es analizado por nuestro conocimiento, templado o inflamado por nuestro temperamento y humor del momento y expulsado como acción o secreción… somos, a fin de cuentas un filtro entre acción y reacción.
El carácter de cada persona, el caldo de cultivo social, cultural y económico en el que se ha desarrollado o en el cual se desenvuelve, su situación laboral, el lugar donde se encuentra, el medio por el cual se ve expuesto al estímulo y por el cual responde, su estado hormonal, si está bloqueada Avenida Reforma y si ayer perdió otra vez la selección son factores determinantes en cómo interpretamos/entendemos lo que nos rodea y en consecuencia, cómo respondemos a ello.
Regresando a y centrándonos en el arte y en el papel del artista o creador como productor de pensamientos y sensaciones (estímulos), es en este aspecto de la vida humana en el cual podemos observar en un ambiente controlado y aparentemente claro el fenómeno de la interpretación.
Al enfrentarnos a la obra establecemos un diálogo con la misma en el que participan las características y atributos mencionados junto con los juegos de significación, apropiación, ocultación, migración, estructura y codificación propios del arte, formando así, en principio, un enlace personal e íntimo entre ambos, una de las comuniones más interesantes y satisfactorias que puede experimentar el ser humano, en mi opinión.
Como piloto experimental de la cultura, creador, artistoide o como se me pueda catalogar, mi trabajo (como el de muchos otros) se centra en los juegos de ocultación y significación que me parecen interesantes y forman parte de mi particular conocimiento, cultura e investigación, en espera de que sean al menos activadores de un recuerdo, sensación o deseo en el espectador, que se adentre en el trabajo más allá de la simple estética de la pieza y, al internarse, vaya descubriendo contenidos, significados y relaciones que no son tan evidentes a simple vista, que requieren de la participación activa del espectador para develar todo lo que se pretende decir con la obra, y, aunque no pretendo que el diálogo sea prístino y que el espectador entenderá como yo el contenido de mi trabajo, puedo decir que la pieza funciona cuando genera una respuesta por parte de quien la observa y me da su punto de vista.
Uno de mis trabajos en particular, 'enlaces hacia nada', generó respuestas muy diversas. Representación de paisaje urbano tercermundista, exploración gráfica del plano, migración entre las disciplinas gráficas tradicionales y digitales, líneas zen, tensión y molestia, conjunto de cables, etcétera.
Todas las interpretaciones son válidas porque son el producto del diálogo entre pieza y espectador, son resultado de la comunicación entre mis conexiones de líneas y sus conexiones sinápticas.
Una interpretación más certera y profunda requiere tiempo, voluntad, análisis y conocimiento, sin dejar a un lado la experiencia sensorial pura y estética. Es un compromiso con nuestro conocimiento y crecimiento, un llamado a perderse en un rizoma que está fuera de las insípidas representaciones de la vida común y corriente y medios con contenido chatarra, una invitación a dejar aguas someras y seguras y profundizarse en algo que simplemente es algo más.
El trabajo que puede denominarse como 'obra de arte' es precisamente el umbral hacia lo antimundano, pero hay que dar el paso y atravesarlo.
rodävlas
lunes, 20 de abril de 2009
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