Acaba de llevarse a cabo la Cumbre del Clima 2009, en Copenhague, en la cual se discutieron y presentaron soluciones y acciones preventivas contra el cambio climático y el calentamiento global. El cierre y los acuerdos a que se llegaron representan un rotundo fracaso y una estrechez de visión de los actores políticos del mundo que responden a muchos factores, dinero, poder, política, etc., nada nuevo.
Dentro de los muchos comentarios y acotaciones que se pueden hacer sobre sucesos, frases y hechos relevantes, resalta la filtración de datos científicos que desestiman impacto o retrasan fechas en cambios trascendentales en el clima. Proyecciones de aumento en la temperatura, derretimiento de hielo polar, extinción de especies, etc., modelos realizados por computadora que pretenden prever de la manera más acertada posible las consecuencias de la actividad humana en Gaia.
Amparados detrás de datos que minimizan las cicatrices que estamos dejando como virus en este planeta, personas de poder justifican acciones y omisiones de sus países e industria en el panorama global.
Las proyecciones, tanto optimistas como pesimistas al respecto, son tan seguras como tratar de predecir con exactitud cuándo hará erupción el Popocatépetl, cuánto magma despedirá y en qué dirección se dirigirá la nube piroclástica. La ciencia del clima es inexacta, tanto para los acontecimientos actuales y más estudiados como para el futuro inmediato.
Pero lo que no se puede negar es que el hombre ha afectado a los procesos naturales del planeta, modificando y alterando de manera evidente los ciclos y dejándonos en un terreno claro de deterioro amenazante para todo ser vivo.
Es simplemente saber si los problemas mayores vienen en el 2030 o en el 2100 del calendario gregoriano.
Escudarse tras el velo de proyecciones optimistas es equiparable a darle un plátano a un chimpancé y esperar que no muera de hambre en un mes. Es cerrar los ojos y taparse los oídos mientras se hacen trompetillas ante lo incuestionable. El ser humano está matando al planeta, literalmente, punto.
Los actores políticos y la gente de poder actúan bajo el sistema de la ganancia inmediata personal, maniatando a algunos y permitiendo a otros prácticas comprobadamente negativas.
Ciertamente no se espera que Estados Unidos, el país más contaminante del mundo, obligue a su industria a parar completamente, pero ofrecer un acuerdo poco incluyente, centrado en países en desarrollo y fuera de marcos jurídicos internacionales que penalicen acciones y prácticas nocivas al medio ambiente es un seguimiento a su política de doble moral de verse como líderes del mundo libre y la democracia, pero sólo mientras no afecte su soberanía ni su crecimiento industrial y político, como lo demuestra la ausencia de su firma en el Protocolo de Kyoto.
Tampoco se espera que China se adhiera a políticas que desaceleren su crecimiento como potencia económica, incluso con proyecciones (una vez más, inexactas pero evidentes) de que su impacto sobre el clima le llevará a gastar cada vez más en soluciones de emergencia que en acciones de prevención y reducción de emisiones.
La actitud actual de muchos empresarios y políticos sólo se puede comparar a defecar en el plato y el vaso del que habrán de comer y beber, a conciencia de lo hecho, dos horas después.
La estrechez de visión de las personas de poder hará que se tomen decisiones tardías que tendrán más gasto político y económico (sus únicos intereses), que si se realizaran las acciones que realmente se necesitan, las inmediatas. Suena trillado, pero ya no basta con discutir un problema que es real y evidente.
lunes, 21 de diciembre de 2009
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