lunes, 16 de marzo de 2009

Cabeza de radio

El arte en sus diversas manifestaciones está presente de forma indeleble en nuestra vida y cultura, alimentándonos, nutriéndonos, ofreciendo escapes, reflexiones, cuestionamientos, sensaciones y estados de ánimo que no se logran en el común ir y venir del día a día.

Dentro de todas, existe una manifestación artística en particular que se separa un poco de las otras por razones que en breve serán expuestas. La música.

Para ver teatro, hay que ir a donde éste sea representado, ya sea dentro de una edificación o en la calle (las esposas pueden armarlo donde sea, cuidado), pero hay que encontrarse con él. El cine es igual, con la diferencia de que puede apreciarse en casa también (si es pirata, a lo mucho puede verse, no apreciarse). La danza presenta básicamente las mismas condiciones para disfrutarse. Para leer un buen libro, se debe cargar con él y uno tiene que (si es que quiere entender lo que quieren expresar las letritas formando palabras y oraciones) concentrarse en él, cerrarse a lo que rodea a uno y sumergirse en los glifos. Lo mismo pasa con un cómic, hay que ver las líneas, colores, formas y espacios formando viñetas y secuencias, leer los globos y concatenarlos con las imágenes, tenerlo en la mano (o, recientemente, ver el monitor de la computadora o la televisión) para adentrarse en él. Una pintura o escultura sólo puede ser verdaderamente apreciada si se está frente a la pieza, en directo, cerca, significando esto que hay que ir a la galería, museo, ciertas calles o ver aproximaciones de las mismas en un libro o monitor. Las disciplinas más recientes (comparadas con las tradicionales, claro) de arte, como lo son el performance, el videoarte, la instalación, el arte digital, etc., también deben ser presenciadas para participar de ellas y generar diálogo y comunión.

Con la música pasa algo completamente distinto… está en todos lados y es prácticamente inescapable. Si no puedes ir a ella, viene a ti, te rodea y fluye por el aire, palpablemente etérea. Puedes llevarla en tu bolsillo y llega a ti a través de un par de delgados hilos de metal, se discurre vibrando por la atmósfera, órganos y objetos… si no la traes contigo o estás lejos de una emanación, puedes producirla (con calidades y resultados diversos, claro), para ti y los demás.
Si bien las otras disciplinas pueden tener algunas de estas características, sólo la música cumple o puede cumplir todas. Puedes no ir al cine ni al teatro, o al museo o al concierto, olvidar el cómic, no abrir el libro, pero, si tus oídos funcionan y está a volumen decente, no puedes huir de la música a menos que corras lejos, y es probable que tu mente la genere incluso después de eso. Podemos cerrar los ojos, separar el cuerpo, cerrar la boca o taparnos la nariz, pero no se puede hacer nada de esto con los oídos.

Existe gente a la que no le gusta la danza, el teatro, o en su vida han entrado a un museo o galería, pero todos los seres humanos, en algún momento, nos hemos visto expuestos a la música, ya sea desde los cantos arrulladores de una madre, abuela o nana, hasta el ritmo que puede producir la naturaleza y sus sonidos, pasando por las presentaciones en vivo, y todos hemos por lo menos tarareado o silbado alguna vez una canción o tonada.

Dejando a un lado los impedimentos físicos que podrían privar a diversas personas de disfrutar o generar música, también haciéndolo con toda condición racial, social, religiosa, sexual, mental o económica, esta es la disciplina artística que más alcance tiene, la más universal, y como tal, debe ser celebrada… preferentemente escuchando o cantando una buena canción en este preciso momento.

rodävlas

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