Las diversas esferas de poder y sus jerarquías vuelven a esta pregunta prácticamente imposible de responder acertadamente. Dentro de la infinidad de códigos y leyes bajo las cuales nos regimos (morales, religiosas, et cetera) se encuentra una plétora de desacuerdos, ya que, en el raro y esperanzado caso de que las partes en conflicto concuerden en la autoridad que los regirá en el problema a la mano, la interpretación de la ley es personal y cada uno la adapta y toma a su conveniencia.
Ante tal premisa, ¿qué o quién nos asegura que la persona o ley a la que nos estamos apegando defenderá como propios nuestros intereses? Cuando esa ley está del lado opuesto a nuestra razón, sentido común, creencias, pensamientos, integridad o fe, ¿debemos forzarnos a seguirla? ¿Dónde termina la libertad y comienza la sedición?
En el plano religioso seguimos el consejo del sacerdote, rabino, pastor, gurú o guía de nuestra elección, pero esta persona responde a un poder e idea tan abstractos que es difícil saber dónde entra su ego y moral propia y se mezclan con el mensaje que pretende dar. Las fallas en su ejercicio pueden provocar verdaderas desgracias, tanto internas como sociales y de fe. ¿Sus aciertos y desatinos son atribuibles a dios o a su carácter de ser humano imperfecto?
Nada más peligroso que una persona que cree tener el derecho divino para hacer algo… siglos de monarquías, cruzadas, intifadas y derramamientos de sangre de mártires e infieles en el nombre de un poder divino lo demuestran.
En el plano legal, a pesar de las innumerables fallas y omisiones en la aplicación de la ley y la justicia, el código es más claro y hay una aceptación general del mismo ya que está basado en nuestros derechos y calidad humana, por lo que, en teoría, confiar en sus ejecutores y representantes no debería presentar conflictos, pero tal código es roto, modificado, interpretado y aplicado también con la más descarada holgura y conveniencia que podamos imaginar. Nuestros gobernantes, en vez de ver por el pueblo, ven por sí mismos y se gratifican, apapachan y consienten bajo el cobijo de fuero, contactos, padrinos, madrinas, galimatías y recovecos cada vez más frustrantes e inverosímiles. Con su ego, ambición y megalomanía desmedidos, la mayoría dista mucho de ser modelo a seguir, y todos hemos visto de primera mano que la consecuencia de sus actos rara vez es de la magnitud y severidad que merecen.
En el plano social nos regimos por la moralidad de la masa, pero las ideologías, razones y derechos pueden verse fácilmente obnubilados por una cantidad infinita de razones, por lo que los monitores de la sociedad no sancionados gubernamentalmente (ong's, asociaciones civiles, fundaciones) muchas veces se ven limitados a su propia cosmovisión, volviendo de vuelta falible la aplicación de reglas y códigos, los cuales no son aceptados por todos y por ende, no incluyentes.
En el plano familiar respondemos al 'señor de la casa'. La cabeza de la familia (sea quien sea la primera y sea como sea la segunda) tiene la autoridad y responde, nuevamente, a su propio sentido común, moralidad, educación y cultura, y mientras la generalidad es de un beneficio y apoyo mutuo en el núcleo familiar, sobran los ejemplos negativos que se generan de desviaciones y afectaciones varias con sus inescapables consecuencias.
Los puestos de autoridad ponen a prueba la integridad y moral (enfocada en la ética) de la persona que lo ocupa. Como ya se ha escrito, el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Utópica es la idea del líder y código sin fallas y con un escudo impenetrable de sabiduría universal y ecuménica dentro de los cuales se contemplen las necesidades de uno y todos por igual.
En el respeto a la individualidad, libertad e integridad del otro, podemos exigir lo mismo para nosotros, pero prácticamente resulta un gasto de letras y tiempo escribir que más de las menos veces se hace perfectamente lo contrario y terminamos imponiendo, en mayor o menor medida, nuestra voluntad, deseo e ideas.
Así las cosas, ¿a quién debo responder ulteriormente y quién tiene la autoridad para mandarme absolutamente? ¿Sobre quién tengo derecho a decidir y por qué?
rodävlas
lunes, 9 de marzo de 2009
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