Hace algunos días, nuestros gobernantes propusieron, discutieron y aprobaron reformas a la ley de ingresos que, en palabras del PRI, son el menor de los males dentro del marco de las acciones posibles para enfrentar la crisis económica que aqueja a nuestro país.
Lejos de un análisis a fondo con números duros, para el cual no estoy ni cerca en cuanto a calificaciones académicas, lejos de las críticas que se puedan hacer a las acciones tomadas y lejos de la vergüenza que nuestra gente de poder político nos hace sentir en el panorama internacional, quisiera comentar el hecho de que las personas que pretenden hacer y deshacer a sus anchas, sin un atisbo de consecuencias a sus acciones y ni un ápice de vergüenza y conciencia ahora más que nunca se enfrentan a un fenómeno que, inexorablemente, logrará afianzarse, crecer y generar resultados que promuevan una dirigencia más justa, equitativa y de calidad para el pueblo.
La unión de la gente, desde manifestaciones sociales hasta turbas de linchamiento, para hacerse oír en su inconformidad ante una situación dada, no es algo nuevo. Tampoco lo son ya las redes sociales ni la Internet. Con Facebook y Twitter a la cabeza, reunir gente, expresarse y hacer saber lo que opinas ante millones (literalmente) de personas ahora realmente tiene una consecuencia palpable en lo que ocurre en todas las esferas de la sociedad.
Si bien es cierto que muchos hemos caído en el silencio y la inacción ante una vasta cantidad de inequidades y nos habíamos refugiado en la incómoda modorra del 'de todos modos, si me quejo, no pasa nada', es justo este momento en el cual se está presentando un verdadero cambio de actitud dentro de este marco.
Leí con gusto el encabezado y artículo de un periódico que indicaba que diputados respondían a reclamos por Twitter por la propuesta de gravar con un 2% alimentos y bebidas. Si finalmente estos reclamos contribuyeron a cambiar esta propuesta por el no más afortunado plan de aumentar IVA, ISR y otros impuestos no es el meollo de esta columna, sino el hecho de que quedarnos callados y sin unión ahora sí representa una actitud retrógrada, conformista y adocenada.
Hoy en día, conozco personas que pasan más tiempo hablando o enviando mensajes por teléfono celular, comunicándose por medio de servicios de mensajería instantánea, leyendo o escribiendo blogs o plenamente inmersos en redes sociales virtuales que con personas reales y de frente. Tomando como referencia todo el tiempo que abarca la historia de la humanidad, este reciente, muy reciente fenómeno de comunicación que brinda la tecnología será un verdadero parte aguas para el desarrollo de la actividad humana. Movimientos políticos y sociales, difusión cultural y de entretenimiento, manifestaciones artísticas, recreación y un número de actividades que se incrementan a un ritmo vertiginoso son los beneficiarios plenos de esto.
A la fecha, seguimos en el umbral de cambio generado por la tecnología, que, en un balance adelantado, da un resultado positivo para el desarrollo de nuestra sociedad, tanto nacional como el de la humanidad entera. Hoy cualquiera de nosotros tiene la oportunidad de llegar a más y más gente, tenemos el poder para generar verdaderos cambios en aras de una madurez humana que se refleje en un mundo más justo, perdurable y disfrutable, los ejemplos sobran. Quedarse callados y sin unión ya no es una opción.
lunes, 2 de noviembre de 2009
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