lunes, 12 de enero de 2009

Elegía

La puerta de lámina de mi habitación se abre estruendosamente y me despierto de un sobresalto. Con ojos terrosos y el cerebro razonando a menos de la mitad de su capacidad, levanto la cabeza y siento sobre mi cama un peso que se deja caer libremente a mi lado mientras escucho mi nombre (más bien mi apodo) gritado a los cuatro vientos. Soy sacudido por manos que poco cuidado tienen en lastimarme o no y la voz vuelve a resonar estruendosamente, pero el tono no es de emergencia, cuidado, ni pide auxilio. No, solamente es Pablo, a quien mis padres otra vez dejaron pasar hasta mi cuarto e insiste, en su particular modo, en que me levante ya.
Abro los ojos lo mejor que puedo y le digo en mi tono más amable, ese que sólo usan los amigos, "¿Qué chingados quieres?"

Minutos después, voy en pants y sin bañarme a acompañarlo a comprar la pieza de no sé qué a no sé dónde, porque le hace falta al auto que acaba de comprar. No importa que tenga trabajo pendiente o que vaya medio dormido por no haberme recuperado aún de otra noche de desvelo, él tiene tiempo y quiere que lo acompañe. Luego de visitar un par de refaccionarias cercanas, damos por concluida la búsqueda y vamos a echar un canástico a la del Hueso. En el camino me platica de la nueva que acaba de hacer Pablito y nos reímos porque el mocoso es igual de cabrón y listo que el padre. Me invita mis taquitos (es lo menos que puede hacer luego de despertarme y sacarme de mi sueño reparador) y me lleva de vuelta a mi casa, no me da las gracias por acompañarlo y me dice que me ponga a trabajar, que no sea huevonetas porque ya es tarde. Le respondo que apenas es mediodía, demasiado temprano para que inicie labores y me burlo de él porque sí tiene que trabajar desde temprano, mientras que yo todavía me pienso dar el lujo de tomarme otra siesta.

Mientras se aleja luego de mentarnos la madre, vuelvo a molestarme porque ya me espantó el sueño y ahora tengo que ponerme a trabajar a deshoras porque el patrón tuvo el día libre y quiso que fuera con él a conseguir la pieza de no sé qué a no sé donde.

Y no sé dónde estás hoy, hermano, pero espero que sea un lugar mejor a este, y si lo que hacemos en este plano nos recompensa con una continuidad de existencia mejor, entonces todo lo positivo que había en ti aquí vencerá a lo negativo y estarás echando un canástico celestial (sea como se quiera tomar el adjetivo) adelantado a nosotros. Nos vemos pronto, provecho.

rodävlas

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